8 de abril de 2008

El día que descubrí a Birmania *



Por: Ariana Beatríz Briceño Rojas

Sentados con lápiz y papel en mano, aún tratando de recordar la primera plana de El Nacional del día anterior, nos miramos unos a otros para ver si entre todos podíamos descifrar las inesperadas preguntas que la profesora de Introducción al Periodismo estaba lista para lanzar.

Mientras algunos apostábamos que de seguro haría una pregunta de política, ella se paseaba lentamente por el salón, hojeando de manera rápida el periódico entre sus manos, aún indecisa sobre qué preguntar e indiferente a la cara de expectación de todos que, sin poder evitarlo, la mirábamos fijamente.

Tensión total. Una leve sonrisa se dibujaba sobre el rostro de aquella profesora que comenzaba a hablar: “Muy bien muchachos, voy a hacer solamente dos preguntas fáciles. Comiencen a copiar”. ¿Fáciles?, eso esperábamos todos los que sólo habíamos leído escasamente los titulares y los artículos que más llamaron nuestra atención.

“Dé su opinión respecto al artículo 337 de la propuesta de Reforma Constitucional” dijo con voz alta. ¡Uff!, esa sí era fácil; mucho se había hablado del tema en periódicos y en televisión y, especialmente, ese artículo había captado mi atención en los últimos días, por lo que implicaba para la libertad de expresión. Unos celebraban silenciosamente como yo; aunque otros dibujaban en sus rostros marcados signos de indiferencia al tema.

“Segunda pregunta: “¿Qué sucede en Birmania?” ¿Ahh?, ¿dónde?, Bir… ¿qué? Fueron los primeros pensamientos que se cruzaron por mi mente al escuchar ese nombre. ¿Cómo iba a saber la respuesta si ni siquiera entendía la pregunta? Volteé a mirar a los demás y noté que todos habían hecho lo mismo. Nadie entendía si Birmania era un país, una capital o un pueblo, y mucho menos qué tan lejos quedaba, aunque supuse que cerca de Venezuela no, porque era la primera vez que lo escuchaba.

Después de que la profesora aclaró que Birmania era un país, mi laguna mental fue la misma. Me pasé la siguiente hora pensando en Birmania, pero ahí estaba el problema, no tenía nada que pensar. Sólo sabía que su nombre era Birmania y que en ese lugar tenía que estar pasando algo muy importante para que la profesora Teresita hubiese hecho una pregunta respecto a él.

Por mi mente, así como por la de mis compañeros, quienes al igual que yo se rascaban la cabeza en busca de un milagro, pasaron muchas posibilidades. Tal vez una guerra o quizás un terremoto, aunque también un ataque terrorista o una hambruna, podían ser motivo de noticia. Sin ganas de inventarme un cuento para tratar de salir del paso, entregué mi examen a medias como lo hizo la mayoría.

Ese día no solamente aprendí que Birmania es un país del sudeste asiático que ha vivido desde la década de los sesenta una férrea dictadura, y que actualmente masivas protestas, dirigidas por monjes budistas, han sido noticia debido a la reacción que en contra de ellas ha tenido el régimen. También aprendí que las personas que queremos trabajar como informadores del mundo, no podemos hacerlo sin antes conocerlo. ¿Se imaginan un periodista cubriendo una noticia de un país que no conoce?

Ese día hice mía la frase que el filósofo Sócrates alguna vez dijo: “Sólo sé que no sé nada”, aunque yo le agregaría algo más: pero muero por saberlo todo.

* Crónica enviada al concurso para celebrar el primer año de la carrera de Comunicación Social de la ULA-NURR

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