En Chachopo, donde sobrevive con lo mínimo indispensable, Modesto Sánchez - sobrino de Juan Félix Sánchez- cuenta las mil y una historias a quien tenga a bien disponer de un poco de tiempo para escucharlo. Memorioso, este artesano da cuenta prolija de las circunstancias por las que ha pasado a lo largo de una vida que no difiere mucho de las de otros creadores anónimos que pueblan nuestros páramos. El diálogo con él nos deparó varias sorpresas; entre ellas, la que se recoge en este relato.
Yo mal vivo de las piernas, sin hacer nada, puro pensativo…me acuerdo cuando era joven, me crié muy sacrificáo, mi mamá murió muy joven, estaba yo pequeño cuando ella murió. Uno llevaba bromas conchabaíto, yo arriaba la yunta de bueyes, trabajaba de muy pequeño ´taba pollito, chiquito. Vaya muchacho, busque un palo ´e leña, vaya muchacho, eche de comer a las gallinas Pasaron muchas cosas. Ya cuando ´taba más grandecito iba y llevaba los bueyes, iba con el arado, me ponía a labrar, me ponía en eso cuando no llegaba mi papá, entonces me ponía a hacer cositas…hasta que él murió y me puse yo a trabajar en lo que podía, yo pensaba hacer alguna cosa y a veces la hacía. Yo sabía amansar animales, amansar los bueyes pal´arao, amansar bestias también, no me importaba las que jueran, las amansaba. Y así pa´ trabajar, yo trabajaba la agricultura aquí mismo en los páramos, soy nació y críao aquí en Mucuchíes.
Pa´ mí son las piedras y las montañas. Me jui pa` la ciudad y no me dió pa´ trabajar, no hombre por aquí hay que trabajar mucho, mucho. El hermano mío, limando una piedra en la laguna, en la laguna cuando estaban haciendo aquella laguna allá en Mucubají, entonces limando una piedra fue que se cayó y se golpeó en una mano y la cara. Es cuando yo hago una promesa a la Coromoto, de que Juan le hacía una capillita en el páramo con tal se mejorara, y sí se mejoró y entre los dos hicimos la capillita.
El empezó a picar la pared, la pared por aquel filito, a picar la pared y a sacar tierra y tierra y cargamos la arena del río con mucho sacrificio y entonces sacamos una mina de arena muy buena y entonces empezó a hacer la capilla. Empezamos a hacer primero la gruta y ahí sí a hacer la capilla y ahí sí picamos hasta arriba pa` hacer el pesebre y hacer el santo sepulcro y todo eso y de pa´ arriba, y llevamos tierra abonada pa´ sembrar maticas y sembramos pensamientos y florecitas y matas de jardín y como era tierra abonada pues sí y unos pinitos y ahí se volvieron grandes los pinitos y eso que era en todo un filo, pero la tierra era muy buena.
Eso fue el miércoles santo y entonces yo ví lo que faltaba, unos troncos, y se los di, estaba yo haciendo una rozadura por allá y salió un tronco de la cima, raro, entonces yo los fui apartando y saqué los cuatro, los del niño grande y el de unos muchachos …y de ai pues dio mi tío pa´hacer la capilla.
Entonces fue y le habló al señor obispo, le dijo que viniera un día a preparar y que viniera pues, como es que se dice, a ver el puesto, a ver el sitio puesto y entonces vino el señor obispo y vino y mucha gente y todos, y el gobernador en compañía del señor obispo y entonces con una escardilla, una escardillita y una palita, le mostró una piedra cuadrada y le dijo al señor obispo, bueno, que con las manos de él que acomodara la primera piedra pa´ver si Dios le daba licencia de formarle la capilla al santo sepulcro y de una vez el señor obispo le hizo caso y la sacó así y acomodó la primera piedra y, bueno, así se dio”.
Relato recogido por: José Gregorio Lobo, Norexy Paredes, Angélica Briceño.