En nuestra opinión, la respuesta pasa por el rastreo de discusiones pasadas, sostenidas al calor del surgimiento y auge de Internet (la 1.0) en el seno de las llamadas comunidades virtuales que no otra cosa, aunque más complejas, son las estructuras hoy definidas como redes sociales.
Nos referimos a una abundante cantidad de estudios, documentales y empíricos, desarrollados por centros de investigación, ONG y organismos internacionales que, cobijados bajo el rótulo de ICT4D (TIC para el Desarrollo) o el de Community Informatics (Informática Comunitaria) tenían, entre otros propósitos, establecer correlaciones entre el uso de las TIC y su impacto en el desarrollo humano, social o comunitario.
Una revisión a fondo de estos informes, que abarcan más de una década, resulta una tarea difícil y abrumadora, pero buceando entre ellos se desprende que una pregunta como la formulada al principio pasa, en primer lugar, por considerar la existencia de una tríada indisoluble: acceso, participación e incidencia. Porque una cosa es el acceso a las TIC, otra su uso y, una más, su apropiación, vale decir, su utilización estratégica, como sería la creación y/o utilización de redes sociales con fines de incidencia política.
En Venezuela, aunque según las estadísticas el acceso a Internet (plataforma en la que anidan estas redes) se ha ampliado, los estudios señalan que su uso se asocia mayoritariamente con lo lúdico, con el entretenimiento. Es decir, se accede a los recursos, se participa en ciertos espacios de forma activa, pero no siempre en el sentido político del término. Puede haber más acceso, más uso, pero no, necesariamente, una mayor incidencia en el ámbito político. Viéndolo de otra forma, supone afirmar una obviedad: también puede haber participación e incidencia política, al margen del acceso a las TIC.
Existe, sin embargo, una creciente porción de ciudadanos -los llamados infociudadanos- interesados en participar en los asuntos públicos y esto se hace bastante evidente en este tipo de redes sociales. Pero una cosa es participar y otra, muy distinta, incidir. La participación que nace en esta suerte de ciberesfera pública puede generar incidencia cuando las redes presenciales y virtuales se combinan recíprocamente. Son las llamadas blended networking, o redes que combinan ambas facetas, pero que esa sinapsis se produzca depende de asuntos de fondo, del contexto y de la tecnología, no solo de esta última.
Lo que vimos en Medio Oriente, como lo describió Manuel Castells, fueron “revueltas cogeneradas sin estrategia central” que multiplicaron a lo interno las protestas y, paralelamente, le dieron alta visibilidad más allá del Norte africano. Eso tiene un indudable valor, como ya vimos, pero quizás no sea el más importante, el de más largo plazo, como el que concibe el uso de las TIC atado al concepto de participación y construcción ciudadana.
En Venezuela, lamentablemente, pocos actores políticos reconocen la centralidad de este asunto. Aunque hay señales positivas, como las iniciativas realizadas en Caracas bajo el auspicio de @chacaodigital, la gran mayoría aún no lo percibe así, a pesar de la importancia que le ha otorgado el mismo Jefe del Estado. No queremos decir que el Presidente advierta el potencial de las redes, y de canales de información como Twitter, por ejemplo, de la manera en que nosotros lo aspiraríamos, pero ha puesto el asunto sobre el tapete y ello, sin duda, es positivo.
Hoy cualquier proyecto político pasa por la búsqueda de esa articulación realidad-virtualidad. Se trata de encontrar el equilibrio entre ambas dimensiones y de saber aprovechar las ventajas que tiene cada una. Pero lograrlo no es sencillo. Se requiere un profesional formado (no sólo con experticia técnica), motivado y con capacidades para buscar información, para discriminarla, contextualizarla, otorgarle sentido, generar conocimiento y aplicarlo en áreas específicas. Cimentar ese bagaje teórico-práctico requiere tiempo y dedicación.
En Venezuela, los medios digitales, especialmente los blogs, Facebook y Twitter, se han venido convirtiendo en un espacio de difusión y deliberación de asuntos políticos y sociales, expresión de un conglomerado políticamente muy variopinto en el cual es posible advertir gradaciones, más allá del blanco y del negro (aunque los incluye) al que pretenden confinar a los ciudadanos los extremos en confrontación. De manera tibia, en algunas ocasiones circunscritas al mismo ámbito comunicacional, este conjunto ha revelado su potencial. ¿Estará preparado para dar otro paso? ¿Serán nuestros políticos capaces de advertir ese momento? Y, para finalizar, ¿No representa este grupo una apetecible porción de los codiciados NiNi?