Esta experiencia nos permitió corroborar ciertos supuestos y fortalecer otros. Entre los más importantes: la urgencia que tienen las escuelas de comunicación social de reformular sus planes de estudio de cara a las innovaciones tecnológicas que influyen en el ejercicio profesional.
Es indudable que sigue haciendo falta una formación de corte humanístico, profundamente reflexiva, con base en lo mejor del oficio, pero ésta debe estar acompañada de un intensivo quehacer práctico. En la Sociedad de la Información resulta un despropósito formar un profesional para la comunicación social sin que éste tenga la posibilidad de hacer una inmersión activa en el nuevo ecosistema mediático hipertecnologizado.
El reto para la universidad venezolana no es menor. Catorce imparten la carrera. De éstas, sólo 4 son públicas: las del Zulia (LUZ), los Andes (ULA), Central (UCV) y Bolivariana (UBV). Únicamente LUZ (desde 1995) y la ULA (desde 2003) cuentan con una materia obligatoria dirigida a preparar a los estudiantes en estos asuntos. La UCV la incluyó en el año 2005, pero como electiva. De las diez privadas, apenas tres, la Católica Andrés Bello, la Fermín Toro y la Rafael Belloso Chacín, la han introducido en sus planes de estudio.
En el caso de las públicas es necesario subrayar que la materia se dicta en espacios inadecuados. Salas de redacción con equipos obsoletos y, lo más grave, con serios problemas de conexión, situación que tiende a empeorar debido a la progresiva disminución del presupuesto otorgado por el Estado y la promulgación de decretos como el 6649 (marzo 2009) que considera el servicio y uso de Internet como gasto suntuario o superfluo para este sector.
Coincidimos con Rosa Virginia Fagúndez, profesora en la UCV, cuando en la tesis de grado de Ingrid Valero Periodismo Digital: El perfil del periodista digital en los medios venezolanos, de la cual fue tutora, sostiene que “en las escuelas debe crearse un departamento que transversalice todos los campos de la comunicación social a su propio entorno, desde el periodismo ciudadano, pasando por el discurso digital, los medios audiovisuales, la publicidad, la foto e infografía digital, el diseño gráfico, e incluso un nuevo programa informático que ofrezca posibilidades de diagramación gracias al enorme abanico de opciones digitales (video, podcasts, animación, publicidad interactiva, radio y TV digital) con que se cuenta actualmente”.
Si algo distingue a la sociedad del Siglo XXI es la centralidad que ocupan las tecnologías de información y comunicación. No en balde se le llama de la información, de la comunicación, del conocimiento, sociedad-red e, incluso, cibersociedad. Para decirlo con palabras de Perogrullo: El Estado no puede desconocer esta realidad y los centros de educación superior que egresan comunicadores deben ajustarse a ella.
Con el postgrado en medios digitales, la ULA ha dado un paso importante para cualificar la formación de sus egresados y satisfacer las demandas de un campo laboral en franca mutación, pero en el pregrado los cambios suelen llegar con excesivo y peligroso retardo.
Como afirma Esther Vargas, ningún dispositivo (o habilidad técnica, agregaríamos nosotros) nos transformará en mejores periodistas, pero es indiscutible que, como advierte Mario Tascón, el periodismo de este siglo demanda más máquinas. En este libro Reflexiones sobre Periodismo, lo que dejó 2010 y lo que se viene en 2011 quedan abiertos ese y otros debates.
Innovación técnica, sí, pero también sólidos fundamentos éticos y sensibilidad estética. Más equipamiento, sí, pero también más y mejor conexión social, nuevas narrativas, equipos multidisciplinarios, globalización de la información local, localización de la información global, nuevos modelos de negocio… Este año, en los rostros de los jóvenes que pasaron por nuestras (j) aulas, ratificamos la certeza acerca del enorme tamaño de ese desafío.
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