6 de abril de 2010

Trujillo, la MUD y el país alternativo

Los días previos a la Semana Santa, durante los cuales la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) comenzó a deslizar los nombres de quienes resultarían postulados como candidatos a diputados en las elecciones del 26S, evidenciaron el clima que, suponíamos, prevalecería en los sectores opositores tradicionales.


Tanto fue el ruido que nacionalmente se extendió el plazo para divulgar el pronunciamiento, debido a las molestias que originó la forma como fueron acordadas algunas nominaciones, así como el surgimiento de nuevas estrategias de selección propuestas por algunos de los grupos que integran la MUD.

Como comentaba a una amiga, angustiada por la fisura del capítulo regional, he tenido como norma eximirme de escribir sobre política-partidista. Por una sencilla razón: no es mi campo de juego. No participo en las Grandes Ligas. Le he apostado invariablemente a las Pequeñas, lo cual, traducido al lenguaje político, significa trabajar en el ámbito de la formación ciudadana, pues, como muchos, estoy convencida de que sólo si sembramos allí podremos tener equipos (partidos) que representen nuestras aspiraciones, equipos a los que valga la pena apostar.

¿Partidos Vs.Sociedad Civil?

No obstante, a causa de la reciente diatriba escenificada en nuestro Estado, donde si hemos interpretado bien el debate se ha centrado en una falaz oposición partidos/sociedad civil, es necesario dejar claro que, al menos desde nuestro punto de vista, una democracia sin partidos resulta insostenible. Como ha dicho Jesús Hermoso, Secretario General de la Juventud de Bandera Roja, lo contrario a las organizaciones políticas son los egos, los “yoes” supremos y, como consecuencia, las autocracias. Obviamente, estas consideraciones no deben interpretarse como un visto bueno para la forma en cómo éstos suelen proceder. Es evidente que los partidos necesitan urgentes transformaciones de fondo. La pregunta es: ¿Lo harán sin la sociedad civil? En nuestro criterio, no.

Por esa razón celebro como auspiciosa la presencia de nuevas voces en el escenario donde se disputa la representación en la Asamblea Nacional (AN), pues los ciudadanos tienen el derecho de exigir cambios, pero también la responsabilidad de contribuir con ellos: con el de los partidos y con el del ejercicio de la política en general.

Para ello, no obstante, es menester el desarrollo de un trabajo organizado y sostenido, un camino largo, lento y lleno de escollos que deben ser entendidos y asumidos como los obstáculos naturales que enfrentan quienes comienzan el entrenamiento necesario para llegar a las ligas mayores.

Pretender cobrar sin haber hecho el trabajo sólo asegura la permanencia, o acaso el aumento, de una enorme deuda por pagar. Es lo que traducimos del último estudio nacional de opinión pública de Alfredo Keller y Asociados (marzo 2010) el cual revela que, aunque las preferencias de los electores están parejas (34 % de los encuestados se pronuncia por el oficialismo y 32 % por la oposición), un nada despreciable 21% desea una AN plural que piense, y exprese, al país como un todo.

El desafío de un país inclusivo

He allí el reto. Para los partidos, que deben abrir sus compuertas a nuevos liderazgos, y para las organizaciones de la sociedad civil, que tendrían que trabajar a fondo para interpretar y maximizar ese desiderátum con propuestas y estrategias claras. De este desafío, cabe añadir, no están exentos los grupos disidentes del campo oficial e incluso aquellos que se sienten abacorados dentro del mismo partido de gobierno.

Estas reflexiones, lamentablemente escasas a escala local, son –sin embargo pródigas en las redes sociales, estos nuevos espacios de interlocución ciudadana donde interesantes e intensos diálogos tienen lugar. No son pocos los correos electrónicos, blogs, artículos, mensajes de texto y tuits que han circulado los pasados días sobre la coyuntura electoral del 26S. Entre ellos el llamado de atención que hace Olga Ramos, representante de la ONG Asamblea de Educación, quien acertadamente diferencia: una cosa es el acuerdo unitario sobre el que trabaja la MUD y otra, muy distinta, la unidad nacional en torno a un proyecto de país.

Aferarrse a la MUD como una tabla de salvación, destaca la educadora, es seguir apostándole a soluciones mesiánicas. La UNIDAD, con mayúsculas, requiere otro punto de partida: “La procura de una opción que permita unificar, no a los grupos opositores, sino al país en torno a un proyecto que nos impulse a salir de la crisis generalizada cuyos orígenes preceden, al menos en un par de décadas, al inicio de este gobierno”.

Hacia esa misma dirección apunta Jesús Torrealba, del colectivo Radar de los Barrios, quien, aunque cuestiona las primeras decisiones de la MUD, les concede el beneficio de la duda, pero anuncia que si en la madrugada del 27S el país opositor no celebra una victoria, sino que enfrenta otra costosa frustración, no se dedicará ya a denunciar o proponer soluciones a problemas puntuales, sino a construir “una alternativa doble: democrática, frente al régimen totalitario que hoy nos desgobierna; y progresista, frente a las direcciones opositoras que han sido incapaces de proponer futuro porque son simplemente la encarnación del pasado”.

Cada uno con su estilo, Ramos y Torrealba, representantes de sendas organizaciones de la sociedad civil, señalan el reto que la Venezuela alternativa, deseosa de cambios profundos, tiene por delante. Ni más ni menos que el trabajo pendiente por hacer: Construir ciudadanía para gestar un proyecto de país democrático y plural. ¿Estará Trujillo listo para ese desafío?

Publicado en el Diario de Los Andes, 05-04-2010

*Ilustración: La quema de Judas, del pintor trujillano Salvador Valero (1965)

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