Uno de los datos que más gratamente sorprende a nuestros colegas es la gran cantidad de medios comunitarios que existen en el país. Como se sabe, el discurso oficial los promueve como la alternativa popular a la hegemonía de los medios privados.
Lo que más allá de nuestras fronteras poco se conoce es que más o menos así era el asunto en esta Tierra de Gracia hasta el año 2000 y que en la última década, gracias a una clara política gubernamental, emergieron como hongos una enorme cantidad que opera como altavoz gubernamental, práctica antagónica a la tradición alternativa.
Puestos frente a la aclaratoria, nuestros colegas usualmente insisten. Pero entonces, ¿Qué tipo de prácticas sobreviven en ese terreno tradicionalmente ocupado por quienes buscan equilibrios mediáticos, vale decir también, sociales, culturales y políticos?
A falta de mejor respuesta, respondo que mientras el gobierno avanza en la consolidación de su hegemonía comunicacional, en un clima de abierta polarización política, los medios digitales y las redes sociales, especialmente los blogs, Facebook y Twitter, se han venido convirtiendo en espacios para la difusión y activa deliberación de asuntos políticos y sociales, un entorno variopinto en el cual es posible advertir gradaciones, más allá del blanco y del negro al que nos pretenden confinar los extremos en confrontación.
Ello es consecuencia, argumento, de la multiplicación del número de usuarios de Internet que sobrepasa los diez millones. En Venezuela el índice de conectividad pasó del 3.38 % en el año 2000, al 34.67 % en el tercer trimestre de 2010, de acuerdo con las estadísticas de CONATEL. Es el tercer país con más usuarios de Facebook en Latinoamérica, el tercero con mayor penetración de Twitter en el mundo y el que ocupa la primera posición en el uso de este recurso en español. Para el año 2012 se calcula que más de la mitad de la población disfrute de algún tipo de conexión.
A partir de 2007, junto a movilizaciones juveniles de calle orquestadas a través del uso intensivo de SMS, han sido notables las campañas emprendidas en la tuitosfera. La primera de ellas, efectuada en marzo de 2009, fue etiquetada como #internetlujo y estuvo destinada, justamente, a defender la vigencia del decreto 825 que declara el uso prioritario de la red. Posteriormente, se produjo #FreeMediaVe como protesta por el cierre de una treintena de emisoras de radio y en contra del proyecto de Ley Especial contra Delitos Mediáticos, elaborado por la Fiscalía, que finalmente no fue presentado para su discusión en la Asamblea Nacional. A finales del 2010, las acciones legislativas dirigidas a fortalecer la censura sobre los medios radioeléctricos y electrónicos produjeron otras “cibermanifestaciones”.
Al norte de América del Sur, les cuento, comienzan a emerger un conjunto de nuevas prácticas de activismo digital que, como las del norte de Africa, pueden ser descritas -parafraseo a Manuel Castells- como revueltas cogeneradas sin estrategia central. ¿Es esta la figura actualizada de nuestra vieja y noble comunicación alternativa? Aún es pronto para responder. Por lo pronto, el Ministro de Información y Comunicación ya ha manifestado la urgencia de “enfocarse” en la web, pretensión que, sin duda, requerirá habilidades multifocales. Porque al menos que se opte por el desenchufe, como recientemente ocurrió en Egipto, es muy difícil, por no decir imposible, imponer hegemonías en un territorio minado de fisuras.
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