Sobre este conglomerado, también descrito como independiente o no alineado, se acaba de publicar una interesante taxonomía con la cual se pretende describir sus particularidades y complejidad. (1) De acuerdo con ésta, el llamado Ninismo estaría conformado por seis estratos muy bien diferenciados. Dos de ellos, el prochavista y el chavista descontento, lo integrarían ciudadanos afines al llamado “proceso bolivariano”, pero que no siempre votan por las opciones del gobierno. Entre ellos, sin embargo, existe una sutil diferencia. Mientras que el prochavista siempre rechaza las opciones opositoras, el descontento puede apoyarlas o no, dependiendo de lo que se le proponga o esté en juego.
Otros tres sectores representarían opciones adversas al proyecto político del gobierno, con gradaciones que van desde el antichavista clásico, pasando por el romántico, hasta llegar al descontento. Aunque los tres coincidan en votar en contra del gobierno y en diferenciarse de la oposición tradicional, se distinguen entre ellos por sus motivaciones y/o conducta. El romántico por lo general proviene de sectores progresistas, y se siente estafado por un gobierno que se vale de esa franquicia para promover un proyecto personal. El descontento, por su parte, emergió en el año 2002 para desligarse de la hegemonía opositora.
Concluye la caracterización con el perfil de un último grupo, catalogado como puro, que se diferencia de los otros dos bloques porque muestra una profunda insatisfacción por el sistema, indiferencia acerca de la política en general y no acude a votar. Quizá sea este, en esencia, el verdadero Ni Ni.
Aunque no coincidimos con lo que se afirma en el referido reportaje: “entre 45% y 55% de la población sigue sin identificarse con el chavismo o con la oposición”, la taxonomía, aunque reductora como cualquier otra, nos resulta paradójicamente útil para rebatir justamente esa especie, bastante extendida por cierto, de que el Ni Ni es un ciudadano ajeno a la política, de espaldas a las opciones en conflicto. Como quedó de relieve en el análisis comentado, sólo los llamados “puros” manifestarían indiferencia al respecto.
En nuestra opinión, el mote -usado para alegar que este conjunto de ciudadanos no favorece a ninguno de los dos sectores- resulta si bien no totalmente falso, definitivamente impreciso o de escasas virtudes explicativas. Porque una cosa es no ser afín o distanciarse estratégicamente de las tendencias hegemónicas en disputa y otra, muy distinta, carecer de juicio político y/o estar dispuesto a dar cheques en blanco cuando se trata de elegir entre alternativas que expresan valores o principios fundamentales, como los que se ponen en juego en un referendo.
Creemos que ello quedó demostrado el 2D, fecha en la que el Presidente sufrió su primer gran revés electoral. La emergencia de una conducta política que podría ser interpretada como crítica o independiente (en esta iniciativa no te acompaño) decidió la consulta. Aunque aún el CNE le deba al país las cifras totales, lo cierto es que al saberse los resultados, y mucho más ahora durante la campaña por la enmienda, Hugo Chávez ha manifestado reiteradamente su preocupación -y hasta desconcierto- por la desaparición de alrededor de tres millones de votos (entre las presidenciales del 2006 y el referendo por la reforma) que, es lógico suponer, se encontrarían entre los dos primeros estratos que hemos referido: los prochavistas y los chavistas descontentos.
En esa oportunidad, la votación a favor de la oposición, si bien registró un leve crecimiento, puede decirse que se mantuvo prácticamente en sus números históricos. Como advirtiera José Virtuoso, vocero de la ONG Ojo Electoral, el triunfo opositor del 2D no se debió al fortalecimiento de esta opción, sino a la disminución de aquella proclive al gobierno. ¿Se mantendrá esta tendencia el 15F?
Nuevamente estamos frente a una elección de carácter dicotómico. Esta vez, aunque se pudiera argüir que el objetivo principal del referendo es abrir la compuerta a la reelección indefinida del Jefe del Estado, en nuestro criterio no es así. La pregunta, particularmente enrevesada, no refiere a unos particulares de carne y hueso, sean éstos presidentes, gobernadores, alcaldes o diputados, ni tampoco a la ampliación de los derechos políticos de los ciudadanos. La consulta se relaciona con principios y valores, entre los que destacan ni más ni menos que el respeto a la Constitución, la Legalidad y el Estado de Derecho.
Un analista señaló meses atrás que el presidente Chávez había comenzado a gobernar al son de las encuestas. Sus recientes declaraciones, llamando a capítulo al colectivo La Piedrita, abonan a esta tesis. Una campaña que se inició con una fuerte impronta de represión y violencia (el ventajismo es una forma de ella), que afortunadamente no tuvo similar respuesta en los sectores de oposición, deriva hacia un inesperado y tardío exhorto a “amarrar a los locos”, en este caso unos que se han metido dentro de sus propios zapatos.
¿Habrá entendido el Presidente que los venezolanos queremos paz y tranquilidad? ¿Estará dispuesto a dialogar, a rectificar, a aupar la convivencia pacífica y democrática? Lamentablemente, no creemos que así sea. Más bien tendemos a pensar que el llamado de atención al grupo de choque obedece a un mero pragmatismo político, pues ya es más que notorio que la mayor parte de la ciudadanía rechaza la violencia, venga de donde venga. Por otro lado, poca confianza se puede tener en las palabras y en los gestos de aquel que con tanta facilidad, y de acuerdo con las circunstancias, un día abraza como hermano del alma a quien el día anterior tasaba como triste peón del imperio.
En todo caso, e independientemente de los resultados que arroje la consulta del 15F, lo que va quedando de bulto es que existe un centro político ansioso de contar con otros referentes. Más allá de los extremos y fuera de los márgenes, o dentro de ellos y a la vera de ya no tan nuevos liderazgos, se hace cada vez más visible una amplia y densa franja de venezolanos deseosos de convivir pacíficamente y de disfrutar de las garantías de un sistema verdaderamente democrático en términos de equidad, derecho y justicia social.
¿Qué partido, qué figura política llenará esas aspiraciones en un futuro próximo? Según un reciente estudio de Hinterlaces lo hará el que se enfoque en conocer -y resolver- los problemas de las comunidades y evada la diatriba gobierno-oposición, tendencia que es posible comenzar a observar en el municipio Sucre, por ejemplo, donde el discurso y las acciones de un joven político de oposición comienzan a marcar diferencias; igualmente válido, en esa dirección, sería mencionar el estado Lara donde un líder emergente, en este caso identificado con el chavismo, ha construido una referencia singular.
En todo caso, 14 años parecen ya más que suficientes para poner coto a una época borrascosa que si algún saldo positivo puede dejar es la clara conciencia de que no se deben cometer los mismos errores del pasado. Y el presente ya es pasado. Ello es posible advertirlo en la irrupción de una juventud sanamente politizada y en la madurez de unos ciudadanos que han venido haciéndose cada vez más conscientes de sus derechos y de sus deberes, entre los que se cuenta como uno muy importante la participación.
Aunque carezcamos de "indicadores científicamente comprobables", nos atrevemos a afirmar que un espíritu auspicioso se advierte en el aire. Se percibe en las calles, en las comunidades populares y en las urbanizaciones. Pero sobre todo se siente en la red, ese nuevo espacio para la conversación y la coordinación de acciones cuya vitalidad y potencial apenas se comienza a entrever. En un grupo de Facebook acabo de leer: ¿Ni Ni yo? No, no… ¿Y tú?
(1) Liza López, El Nacional, 01-02-09 p-6. Ningún líder ha logrado conquistar a la mitad de los venezolanos.
Diario de Los Andes, 11-02-09 p. 07
Aunque no coincidimos con lo que se afirma en el referido reportaje: “entre 45% y 55% de la población sigue sin identificarse con el chavismo o con la oposición”, la taxonomía, aunque reductora como cualquier otra, nos resulta paradójicamente útil para rebatir justamente esa especie, bastante extendida por cierto, de que el Ni Ni es un ciudadano ajeno a la política, de espaldas a las opciones en conflicto. Como quedó de relieve en el análisis comentado, sólo los llamados “puros” manifestarían indiferencia al respecto.
En nuestra opinión, el mote -usado para alegar que este conjunto de ciudadanos no favorece a ninguno de los dos sectores- resulta si bien no totalmente falso, definitivamente impreciso o de escasas virtudes explicativas. Porque una cosa es no ser afín o distanciarse estratégicamente de las tendencias hegemónicas en disputa y otra, muy distinta, carecer de juicio político y/o estar dispuesto a dar cheques en blanco cuando se trata de elegir entre alternativas que expresan valores o principios fundamentales, como los que se ponen en juego en un referendo.
Creemos que ello quedó demostrado el 2D, fecha en la que el Presidente sufrió su primer gran revés electoral. La emergencia de una conducta política que podría ser interpretada como crítica o independiente (en esta iniciativa no te acompaño) decidió la consulta. Aunque aún el CNE le deba al país las cifras totales, lo cierto es que al saberse los resultados, y mucho más ahora durante la campaña por la enmienda, Hugo Chávez ha manifestado reiteradamente su preocupación -y hasta desconcierto- por la desaparición de alrededor de tres millones de votos (entre las presidenciales del 2006 y el referendo por la reforma) que, es lógico suponer, se encontrarían entre los dos primeros estratos que hemos referido: los prochavistas y los chavistas descontentos.
En esa oportunidad, la votación a favor de la oposición, si bien registró un leve crecimiento, puede decirse que se mantuvo prácticamente en sus números históricos. Como advirtiera José Virtuoso, vocero de la ONG Ojo Electoral, el triunfo opositor del 2D no se debió al fortalecimiento de esta opción, sino a la disminución de aquella proclive al gobierno. ¿Se mantendrá esta tendencia el 15F?
Nuevamente estamos frente a una elección de carácter dicotómico. Esta vez, aunque se pudiera argüir que el objetivo principal del referendo es abrir la compuerta a la reelección indefinida del Jefe del Estado, en nuestro criterio no es así. La pregunta, particularmente enrevesada, no refiere a unos particulares de carne y hueso, sean éstos presidentes, gobernadores, alcaldes o diputados, ni tampoco a la ampliación de los derechos políticos de los ciudadanos. La consulta se relaciona con principios y valores, entre los que destacan ni más ni menos que el respeto a la Constitución, la Legalidad y el Estado de Derecho.
Un analista señaló meses atrás que el presidente Chávez había comenzado a gobernar al son de las encuestas. Sus recientes declaraciones, llamando a capítulo al colectivo La Piedrita, abonan a esta tesis. Una campaña que se inició con una fuerte impronta de represión y violencia (el ventajismo es una forma de ella), que afortunadamente no tuvo similar respuesta en los sectores de oposición, deriva hacia un inesperado y tardío exhorto a “amarrar a los locos”, en este caso unos que se han metido dentro de sus propios zapatos.
¿Habrá entendido el Presidente que los venezolanos queremos paz y tranquilidad? ¿Estará dispuesto a dialogar, a rectificar, a aupar la convivencia pacífica y democrática? Lamentablemente, no creemos que así sea. Más bien tendemos a pensar que el llamado de atención al grupo de choque obedece a un mero pragmatismo político, pues ya es más que notorio que la mayor parte de la ciudadanía rechaza la violencia, venga de donde venga. Por otro lado, poca confianza se puede tener en las palabras y en los gestos de aquel que con tanta facilidad, y de acuerdo con las circunstancias, un día abraza como hermano del alma a quien el día anterior tasaba como triste peón del imperio.
En todo caso, e independientemente de los resultados que arroje la consulta del 15F, lo que va quedando de bulto es que existe un centro político ansioso de contar con otros referentes. Más allá de los extremos y fuera de los márgenes, o dentro de ellos y a la vera de ya no tan nuevos liderazgos, se hace cada vez más visible una amplia y densa franja de venezolanos deseosos de convivir pacíficamente y de disfrutar de las garantías de un sistema verdaderamente democrático en términos de equidad, derecho y justicia social.
¿Qué partido, qué figura política llenará esas aspiraciones en un futuro próximo? Según un reciente estudio de Hinterlaces lo hará el que se enfoque en conocer -y resolver- los problemas de las comunidades y evada la diatriba gobierno-oposición, tendencia que es posible comenzar a observar en el municipio Sucre, por ejemplo, donde el discurso y las acciones de un joven político de oposición comienzan a marcar diferencias; igualmente válido, en esa dirección, sería mencionar el estado Lara donde un líder emergente, en este caso identificado con el chavismo, ha construido una referencia singular.
En todo caso, 14 años parecen ya más que suficientes para poner coto a una época borrascosa que si algún saldo positivo puede dejar es la clara conciencia de que no se deben cometer los mismos errores del pasado. Y el presente ya es pasado. Ello es posible advertirlo en la irrupción de una juventud sanamente politizada y en la madurez de unos ciudadanos que han venido haciéndose cada vez más conscientes de sus derechos y de sus deberes, entre los que se cuenta como uno muy importante la participación.
Aunque carezcamos de "indicadores científicamente comprobables", nos atrevemos a afirmar que un espíritu auspicioso se advierte en el aire. Se percibe en las calles, en las comunidades populares y en las urbanizaciones. Pero sobre todo se siente en la red, ese nuevo espacio para la conversación y la coordinación de acciones cuya vitalidad y potencial apenas se comienza a entrever. En un grupo de Facebook acabo de leer: ¿Ni Ni yo? No, no… ¿Y tú?
(1) Liza López, El Nacional, 01-02-09 p-6. Ningún líder ha logrado conquistar a la mitad de los venezolanos.
Diario de Los Andes, 11-02-09 p. 07
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