No pocas veces hemos escuchado frases como: el domingo aprovecho para hacer una parrillita o, en el “mejor” de los casos, voy a votar…pero con un pañuelo en la nariz. Tanto -pareciera ser- el desánimo y el descontento. Pero suceden cosas, algo parece estar cambiando. Quienes miran los toros desde la barrera, pero lo hacen con atención, comienzan a mostrar signos de hartazgo.
Las últimas protestas son prueba de ello. Interpretadas por algunos analistas como consecuencia de la salida de RCTV de las compañías operadoras de TV por suscripción, en nuestra opinión, más que obedecer a ello, la levantisca observada durante los últimos días ha prendido en la gente del común, sin distingo de afiliación política, pues ella ha operado como catalizadora del descontento de una población ahíta de soluciones a sus problemas. Hablamos de seguridad ciudadana, servicios públicos (como luz, agua y transporte) e inflación, entre los más sentidos.
Porque los ciudadanos ¿es tan difícil entenderlo? anhelamos una eficiente gestión pública, un clima de paz y sana gobernabilidad. Y ello pasa por la superación de una forma de ejercicio político que ha fracasado en la satisfacción de las aspiraciones de las mayorías. Ello, obviamente, está directamente en relación con aquellos a quienes elegimos para que gobiernen y nos representen.
¿Estamos ejerciendo nuestro derecho a elegir? ¿Sabemos quiénes son y a qué intereses responden nuestros representantes? ¿Nos han rendido cuentas nuestros gobernantes? Los ciudadanos también tenemos responsabilidades. Derechos, sí, pero también deberes. Entre ellos el de votar con conciencia de lo que significan nuestros actos y el de exigir a quienes pretenden ejercer cargos públicos una hoja de servicio intachable, un comportamiento cívico ejemplar, un proyecto y, por supuesto, que luego nos rindan cuentas de su actuación.
En relación con esto, y frente a las próximas elecciones parlamentarias pautadas para celebrarse el 26 de septiembre, privadamente, cara a cara, o en pequeños grupos de reflexión (reales y virtuales) ciudadanos de diferentes ocupaciones, intereses y tendencias políticas hemos estado conversando sobre la posibilidad de que el estado Trujillo pueda dar un salto cualitativo, en el sentido de postular como candidatos a personas con una excelente trayectoria de servicio público y comprometida con una agenda legislativa vinculada al sentir colectivo. Ojo: no se promueve la antipolítica, sino un forma cualitativamente diferente de ejercerla. En todo caso, interprétese como un llamado de atención a los partidos políticos. A todos, sin excepción.
Sin embargo, la sensación que no pocas veces nos ha embarga al término de nuestros diálogos puede resumirse con un: “estamos entrampados”, aludiendo con ello a que opciones dicotómicas se imponen y parecieran dejarnos sin escapatoria. “Es que no escuchan”, exclaman por ahí.
¿Cómo salir de esta trampa? Obviamente no hay respuesta al tiro, ni mágica ni fácil. Pero la poesía es sabia y, como decía nuestro gran poeta Rafael Cadenas: No se pueden buscar las salidas en el sitio de donde se pretende salir. Ello pareciera un buen punto de partida. Cabe entonces preguntarnos: ¿De qué estamos abjurando? ¿Qué es necesario tramsformar? ¿Habría alguien dispuesto a encarnar esa voluntad, a comprometerese con un verdadero cambio?
Los ciudadanos tenemos el derecho de exigir y escoger personas que nos representen con dignidad y que ejerzan con decoro la administración de la cosa pública. Es urgente urbanizar la política y creo no equivocarme al afirmar que cada vez somos más quienes no nos conformamos con el llamado "mal menor", que cada vez somos más quienes nos negamos a acudir a las urnas con un pañuelo en la nariz. A mí, lo digo sin reservas, se me acabó la cajita de kleenex.
Algunos dicen que en Trujillo, este pequeño, deprimido y olvidado estado andino, no estamos preparados para dar un salto cualitativo y probablemente sea cierto. Lo que me pregunto es si no somos nosotros, los ciudadanos, los responsables de impulsarlo, de trabajar por la construcción de una alternativa, de una referencia.
Publicado en el Diario de Los Andes
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