José Rojas, coordinador de la RRP, en camino hacia la comunidad de Calembe
Tengo muchas pretensiones para el periodismo ciudadano. Una es hacer que la gente sea creadora de medios, no sólo consumidora, y que disfruten de sus descubrimientos y aprendizajes. Creo que cuando la gente empieza a elaborar sus propios medios comienza a trabajar con otra gente de manera colaborativa y esto les ayuda a ser más activa, social y políticamente. El periodismo ciudadano tiende a ser una conversación, en vez de una conferencia. Y una conversación debe empezar con una norma, que es ser cívicos y respetuosos mutuamente, incluso estando en desacuerdo, pues la moderación es esencial para encontrar un campo común.
Dan Gillmor, director del Center for Citizen Media
En nuestro último artículo, escrito a propósito de la celebración del Día del Periodista y publicado en este mismo espacio, quisimos llamar la atención acerca del deslizamiento que se observa, por parte de los llamados medios alternativos, hacia el sector gubernamental, situación inédita en el sector. En ese sentido, nos referimos a la capacidad de escucha y equilibrio que cabe exigir y esperar de los líderes comunitarios -y de los medios que éstos gestionan- si en realidad les mueve el deseo de hacer visible la natural polivocalidad de las comunidades a las cuales pertenecen y deben servir.
Los medios populares, resaltamos entonces, en vez de deslizarse a los extremos deberían aprovechar el espacio vacío, la tierra de nadie no abonada adecuadamente, y constituirse en verdaderos medios de servicio público. Creo no equivocarme al afirmar que ha sido esta característica, sobresaliente en la experiencia de la Red de Reporteros Populares (RRP) cobijada por el Diario de Los Andes, la que la ha llevado a ser distinguida como finalista del Concurso Promoviendo Líderes Socialmente Responsables, auspiciado por Venancham, el Rotary Club y el Banco Mercantil.
A nuestro juicio, el aporte más valioso de la RRP es la meta que se ha trazado de darle visibilidad y promover la articulación de actores y grupos que trabajan a favor del desarrollo humano y social, vinculados con todos los espectros políticos que hacen vida en la región, sin exclusiones. El de los editores, por su parte, ha sido el apostarle con hechos concretos a la democracia informativa.
Nacida en el seno de la Escuela de Liderazgo y Valores, una experiencia de innovación educativa con fuerte impronta comunitaria que cobija la universidad privada Valle del Momboy, la RRP, integrada por miembros de asociaciones civiles, juntas comunales, cooperativas, estudiantes de comunicación social, empresarios y académicos, entre otros, se dedica desde hace tres años a informar sobre asuntos de interés local y a promover la organización ciudadana desde una perspectiva plural en la que no está exenta la crítica y la autocrítica.
Aunque de reciente data, la RRP se inserta sin embargo en una larga tradición. De alguna manera toma como referencia el proyecto de comunicación popular Construyamos Juntos una propuesta que nace en la Valera de 1986, época en la que una vocería popular empezaba a hacerse sentir con bastante fuerza. La ciudad y el estado Trujillo, en general, era en ese entonces un laboratorio de pujante organización comunitaria necesitada de espacios de interacción, articulación, proyección y reconocimiento social. El periódico decidió no estar de espaldas a esa realidad y se dedicó a atender a estos sectores como un asunto de responsabilidad social empresarial.
Este proyecto, cuyo objetivo inicial fue la publicación quincenal de cuatro páginas dedicadas al mundo de vida comunitario, pronto cobró personalidad propia al dedicarse a reseñar –con el apoyo de grupos y organizaciones populares– las múltiples y variadas vivencias de los sectores que, de manera organizada, estaban trabajando para superarse a sí mismos y conseguir –gracias a su propio esfuerzo– mejores condiciones de vida para ellos mismos y sus comunidades.
A quienes gestionaban Construyamos Juntos en aquella época la idea que los animaba no era sólo “cubrir” la fuente comunitaria, sino propiciar la valoración de la dimensión comunicativa en el trabajo de organización popular, a través de la elaboración de un periódico hecho por las organizaciones y líderes comunitarios.
Se planteó entonces el desarrollo de una dinámica comunicacional donde los receptores fueran los sujetos del proceso, razón por la cual se desarrollaron mecanismos que permitieron que las comunidades se involucraran con el medio, no como espectadoras, sino como protagonistas y relatoras de sus propias historias.
El equipo promotor asumió como un reto importante tratar de "descodificar" la realidad buscando entender qué se escondía detrás de lo aparente. La tarea de “apropiarse” del medio les permitió la comprensión de sus lógicas de producción y su desmitificación. A lo largo de cinco años de trabajo el proyecto se extendió a otras ciudades de la región andina y con el objetivo de capacitar a los grupos para la comunicación alternativa, se creó la Red Nacional de Comunicadores y la Escuela Andina de Comunicadores Populares "Mario Kaplún". A finales de los años ochenta llegaron a imprimirse 22 periódicos en una imprenta propia que, incluso, generaba pequeñas ganancias, debido a que también se utilizaba para edición a terceros.
La experiencia germinó rápido y fue fecunda, pero al cabo de siete años, cuando las medidas de ajuste macroeconómico se hicieron sentir con fuerza, al inicio de los años noventa, la experiencia fue perdiendo vigor hasta desaparecer. Hoy -20 años después- una experiencia que, como diría el trovador, no es la misma pero es igual, cobra nuevamente vida dentro del Diario de Los Andes, manteniendo su característica principal: ser una activa escucha.
El reto de la formación
Construyamos Juntos y la RRP son dos casos ciertamente atípicos, pues se incuban al interior de un medio privado en una relación sui géneris que las hace experiencias inusuales, a la luz de los esfuerzos que deben hacerse a favor de la democratización de las comunicaciones.
Para Fernando Ruiz, director del Observatorio Periodismo y Democracia en América Latina, en un país puede hablarse de democracia informativa, entre otras cosas, cuando el sistema de medios muestra un buen nivel de representatividad popular y la crítica está institucionalizada.
Para ello, destaca el también periodista y académico argentino, es necesario tener como regla dar la voz a todo el mundo, dejar claro cuando ello no sea posible porque alguien no quiera hablar, trabajar más la información que la opinión y tratar la polarización como una epidemia social.
Hoy, con base en la evaluación de las experiencias pasadas y tomando en cuenta las nuevas configuraciones políticas y socioculturales, entre las que destaca la globalización de las comunicaciones, las iniciativas comunicativas de corte comunitario tienen la responsabilidad de superar la mirada dicotómica y promover la construcción de ciudadanía, entendida ésta como una acción política dirigida a impulsar la interrelación de los grupos sociales para la transformación de las instituciones.
A nuestro juicio, fomentar estas transformaciones, obliga a quienes gestionan este tipo de medios a asumir el reto de su propia formación: como intérpretes y relatores de una sociedad en plena transformación, como ciudadanos responsables y, en suma, como seres humanos sensibles y respetuosos, pues como bien apunta Dan Gillmor, el buen periodismo –comunitario o no– se asienta sobre una serie de principios que incluyen la exactitud, la corrección, la honestidad, el equilibrio, la independencia de pensamiento y la transparencia. ¿Cómo impulsar una formación de este tipo? He allí una pregunta difícil de responder. Tanto, como el desafío que asoma.
Raisa Urribarrí, 26-07-07