14 de noviembre de 2009

El ¿municipio? ombligo

Tengo una manía, heredada con la colección de revistas "Selecciones" de mi abuelito Rafael que, no está de más decirlo, también nos legó una bastante abultada de Marcial Lafuente Estefanía. A ello debe obedecer que cuando algunas fechas o eventos se desgajan de lo ordinario me atrae entrar al túnel del tiempo y curucutear archivos para ver qué pasaba "tal día como hoy". La maravilla de internet, que nos permite hacerlo velozmente, sin manchas de tinta ni estornudos, esta vez me llevó hasta la carpetica de mis opinadores favoritos para...¡oh sorpresa!

Los 40 años de internet, que se cumplieron ese día -el 29 de octubre pasado- me hicieron posponer la publicación de esta nota que, como
no dice su autor, Ignacio Avalos, parece que no se trata de una mera coincidencia. ¿En un año, habremos aprendido algo? La interrogación del titular corre por mi cuenta. Es una invitación a sacar el álbum de barajitas. La tengo, no la tengo...
El Municipio ombligo
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I Es un municipio muy pequeño y, electoralmente hablando, casi insignificante. Cuenta con apenas 80.000 electores –poca cosa si se le mide desde las cifras del CNE–, de los cuales, por cierto, la mitad no suele votar. Cuando el país hacía sus primeros pininos en materia de descentralización y estrenaba gobiernos locales, fue gobernado por una rutilante politóloga que venía de ser designada, ni más ni menos, la mujer más bella del planeta. Su gestión fue buena, aunque nada espectacular, como también fue buena, sin ninguna nota de asombro gerencial, la de quien vino después, dado que, según se dice, por ser proporcionalmente el más rico de la nación y carecer de las enormes complejidades presentes en casi todos los demás, este pequeño municipio resulta más o menos fácil de administrar.

Como se sabe, la rutilante politóloga fue alentada, luego, para que presentara su candidatura a la Presidencia de la República. En algún momento las encuestas la llegaron a dar como segura triunfadora en los comicios de 1998, pero se le atravesó en el camino un tal Chávez, militar de profesión, quien fue capaz de descifrar el galimatías que por aquel tiempo era el país (de paso, ¿ha dejado de serlo?) y se alzó con la victoria.
De cualquier manera, al parecer ella dejó sentado un precedente no escrito, según el cual quien gobierna este pequeño municipio adquiere los galones necesarios para abrigar pretensiones políticas mayores, incluidas entre ellas la silla de Miraflores.

II
Desde el punto de vista electoral, en el pequeño (y rico) municipio hay problemas ante los comicios de noviembre. Mientras el oficialismo luce despreocupado por lo que ocurre en estos predios, la oposición exhibe la pugna feroz de varios candidatos, a pesar de los pactos en nombre de la unidad, rubricados con sangre al comienzo de la campaña. Por lo que se observa de lejos, ha prevalecido una concepción de la política que deja mucho que desear como reemplazo a las ideas que hoy gobiernan al país, concepción que se despliega en un tablero de ajedrez que incluye, además de egos inflados y maniobras no muy santas (acusaciones de abuso de poder, por ejemplo), jugadas relacionadas con la disputa del liderazgo nacional opositor y una lejana candidatura presidencial.
III No hay que olvidar que por diversas razones (algunas de ellas hubiera sido mejor que no hubiesen sido), el pequeño municipio se convirtió en los primeros años de este gobierno en el bastión del movimiento opositor, el lugar en el que se realizaron casi todas las manifestaciones en contra del Presidente, desde bailoterapias y toma de plazas por parte de militares activos, hasta marchas multitudinarias. Fue así, pues, el lugar desde donde la oposición trató de empinarse para mirar a Venezuela, sin caer en la cuenta de que en muchas ocasiones apenas se miraba su propio ombligo.
Desde entonces han pasado muchas equivocaciones bajo los puentes y afortunadamente para el país –por aquello de que la democracia es un sistema de contrapesos– la oposición es ahora muy distinta (y mejor), aunque, por lo que se ve, los políticos del pequeño municipio aún no se han dado cuenta y siguen mirándose la barriga.
Muy distinta, digo, a pesar de que amplios sectores de la población venezolana todavía no alcanzan a verla como una alternativa con relación al pasado que nos trajo hasta aquí, ni tampoco respecto al futuro, no importa que éste sea cada vez menos parecido al proyecto que despertó su esperanza hace una década.

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IV Si el cuento aquí contado coincide con lo que ocurre en el municipio que usted se imagina, es menester aclarar que se trata de una mera coincidencia, de esas miles que se dan en la vida.

Publicado en el diario El Nacional. Se reproduce con la autorización del autor.