http://www.cecalc.ula.ve/internetprioritaria/ |
Estuve en
Brasil la semana pasada en el Internet Governance Forum como parte de la
delegación de la organización Freedom House. Como analista para Venezuela del
reporte Freedom on The Net (Libertad en la Red), pude hablar unos minutos sobre
la situación del país en la presentación del informe mundial.
Más allá de
lo que está ampliamente documentado en la publicación, intenté destacar el
elemento que, en mi opinión, juega un papel definitivo en el desarrollo, aunque
quizás sea más apropiado decir subdesarrollo, del entorno digital venezolano.
En un evento como ese, tener el chance de decir unas palabritas es algo
extraordinario. Y esto fue lo que dije, este fue mi punto (no lo llevé escrito,
así que dejo constancia por aquí). Gracias a Sanja Kelly, directora del proyecto, por darme esa oportunidad.
El patrón de
control y de limitación de la libertad en el entorno digital que se sigue en
Venezuela es, básicamente, el de la restricción del acceso. En el reporte de
Freedom House, que analiza siete países de América Latina y el Caribe, somos el
que muestra el peor desempeño en ese aspecto, después de Cuba.
Cuando se
analizan los factores que atentan contra la Libertad en la Red, mi impresión es
que se le suele prestar mayor atención al bloqueo, al control y a la remoción
de los contenidos, al igual que a la violación de los derechos de los usuarios,
procedimientos absolutamente repudiables que se producen una vez que los
ciudadanos han ganado cierto espacio en la red. Pero ¿no es acaso lícito
preguntarse si restringir el acceso a la red mundial es, también, un modo de
represión más sutil y menos visible, y una violación del artículo 19 de la
declaración de los derechos humanos? En mi opinión, sí. Y en Venezuela el
control comienza por allí. Las tenazas se aplican en la raíz.
Ello es evidente
en la división urbano rural, en la prestación de servicios de banda ancha (4 G,
por ejemplo) sólo en algunos sectores de ciertas ciudades, en el
desmantelamiento de las redes académicas... Tenemos más puntos de conexión, sí,
pero la conectividad que estos ofrecen es cada vez más precaria. Nuestra
velocidad promedio de conexión es menor a 2 Mbps. En otras palabras: La mayoría
de la población no cuenta con servicios de banda ancha.
Por supuesto que cuando
me refiero al acceso lo hago en los términos en que lo concibe la Unesco, que
no lo limita únicamente a la disponibilidad de la infraestructura, pero que
obviamente la incluye. Participar con equidad en la Sociedad de la Información
pasa por comprenderla, y no se comprende lo que no se conoce. La apropiación de
Internet es una experiencia. Experiencia negada, por si se nos olvida, a más de
la mitad de la población mundial.
No es nada
que no haya dicho o escrito antes, sólo que tuve el privilegio de expresarlo en
un IGF.
Quizás
porque hice casi toda mi carrera académica en la provincia, en una zona casi
rural, en un núcleo poco desarrollado de la Universidad de Los Andes (ULA), que
fue pionera en el desarrollo de las redes académicas en ALC, eso lo he tenido
claro desde los años '90. Hacen falta políticas inclusivas que procuren una
Internet libre, abierta y segura para TODOS.
Venezuela
también tuvo su mención en otra de las sesiones. En el panel que analizó la
responsabilidad de los intermediarios, convocado por la organización ManilaPrinciples on Intermediary Liability, el Dr. Giancarlo Frosio, del Centro
Internet y Sociedad de la Universidad de Stanford, presentó los hallazgos del
proyecto WILMap (con el que hemos venido colaborando) el cual consiste en un
mapa en línea que documenta la evolución de la regulación de Internet que
afecta la libertad de expresión y los derechos de los usuarios en todo el
mundo. En su presentación, Frosio mencionó el bloqueo de contenidos por parte
de Conatel.
Venezuela en el mapa. |
Los IGF son
una oportunidad para aprender, para hacer networking y también, cómo no, para
callarse. Y con esta confesión cierro esta nota. También me mordí la lengua.
En la
presentación de las últimas publicaciones de la Unesco, el coordinador del
panel, integrado por varios de los autores, inició la sesión contándole al
auditorio que había tenido una pesadilla terrible. Que unos árboles lo atenazaban
y lo sofocaban, en venganza por haber destruido demasiados bosques para
imprimir tantos documentos. Nos rogó que le ayudáramos a exorcizar la culpa.
Tímidos,
unos cuantos manifestaron razonamientos de apoyo, pero la mayoría,
indefectiblemente (algo de esperar por el contexto), terminaba con el
latiguillo de...pero mejor, claro, imprimir unos pocos libros e informes y el
resto ponerlo en línea. Por supuesto, ¡eso es lo que hace la Unesco! Sin
embargo, había allí un montón enorme de cajas, muchísimos libros, documentos e
informes valiosos que lamentablemente llegarán a muy pocos lectores. Me guardé
lo que quería decir:
Que nos mandaran a Venezuela todas esas cajas, que bajar
todos esos informes era una tortura con nuestras pobres conexiones, que imprimirlos
era un lujo -no digamos para los estudiantes- para profesores universitarios
cuyo salario no llega a los 50 dólares mensuales. Me callé, sí. Porque tampoco
es cuestión de ir por el mundo a exponer nuestras miserias. Basta con el dolor
que se siente cuando se visitan los países de la región y se comprende -por
contraste- lo que significa ser habitante de un país potencia.
Demba Kandeh, un joven activista de Gambia, leyó la declaración de la delegación en la ceremonia de cierre. |
1 comentario:
No se pudo expresar mejor, excelente!
Publicar un comentario