Tenía tiempo sin escribirte, pero como no respondiste mi
último correo…Vi que marcaste como favorito un par de tuites que envié ayer y
mandé un mensaje a García...Veo que llegó a su destino.
Me preguntas sin rodeos qué pienso. Empiezo por retomar nuestra última conversación. Te decía entonces que al igual que tú estaba sorprendida de mi actitud
más reciente. Como sabes, como sé, como sabe todo el que me conoce, jamás me
había visto en trance de estar apoyando candidato presidencial alguno. Hasta en casa me miraban raro. ¿Y eso vos?, preguntaban. Te
repito aquí –y esta es parte de la
respuesta al “qué pienso”– lo dicho entonces: me enganchó el mensaje de HCR porque es un bálsamo: no insulta, no agrede, no pone sobrenombres despectivos a sus adversarios políticos. Durante la campaña hizo de la
reconciliación y de la inclusión su prédica diaria. A él se le dijo de todo (no voy a repetir aquí esos epítetos) y nunca respondió. Dejó que el odio le pasara por un lado sin
engancharse. Para pelear se necesitan dos y HCR no estuvo nunca dispuesto. Yo
voté por esa forma de hacer política y de ser persona. No evadió el debate, la polémica, pero desechó la diatriba inútil, polarizadora. Dos cosas más me fueron
ganando, como su atención a la provincia. Su campaña comenzó en un lugar
impensable y desconocido del estado Bolívar, con poquísimas personas, y terminó en Barquisimeto, con un gentío. Y en las tarimas y templetes (como las de los pueblitos y aldeas) nunca estuvo solo, siempre hubo líderes regionales. A mí no
me sorprende que haya ganado en Mérida. La foto con Progreso, el cachorro
Mucuchíes que le regalaron en su gira por el páramo, debió significar algo para esos
venezolanos. Y el equipo, la noción de equipo a la cual siempre hacía mención.
Fíjate en este detallito: en un país donde el ámbito político está lleno de pescueceos, el
libro que editaron en Miranda (Camino a Ítaca. La historia que contamos todos) no está firmado. Es de autoría colectiva.
Son detallitos enormes. Detallazos, pues. Confieso que no estuve pendiente de su discurso en los mitines,
pero sí del último, del de cierre. De todo lo que dijo esto quedó resonando en mí y reafirmó mi voto
“Sigo buscando el cambio que quiere Venezuela". Para mí fue un mensaje
claro, prístino: para los que apostaron
por HCh en 1998 y hoy se sienten decepcionados; para quienes no lo hicieron,
pero tienen claro que HCh fue un producto, una respuesta a una serie de
desaciertos; y también -last but not least- para quienes creen que estos años
han pasado en vano, que nada ha cambiado. Resumiendo, Luis. Todo eso me ganó. A mí, chico, ¡quién lo iba a creer! tan díscola y descreída. Y ojo: No estoy hablando de
HCR, del mensajero, sino del mensaje [por cierto, esta interpretación de su relato me gustó mucho], aunque, por supuesto, él lo encarne, pero no Mesías mode on. Nunca lo vi de cerca en persona, no pude –como hubiera querido– sentir de primera mano sus vibraciones (ríete, pues, llámame brujilda), pero es obvio que oye quien quiere oir, no insulta quien no cree en el insulto, hace equipo alguien de ego liviano, que cree y confía en los demás... ¿Qué pienso? Pienso que un grupo grande de venezolanos ganamos cohesión, unidad, un líder y un mensaje. ¿Te parece poco? Es mucho, pero mucho más lo que nos falta por recorrer. En fin: sigo buscando un cambio. Y tú ¿qué piensas?