10 de mayo de 2010

Rafael Cadenas: Una voz sin prisa


Cierro tres ventanas para escribir esta nota. Apenas unas breves líneas. Las palabras justas para hablar de una espera sin prisa. El miércoles pasado Rafael Cadenas estuvo en nuestra casa, la de Carmona, para inaugurar la Cátedra Libre de la Lengua que lleva su nombre, feliz iniciativa de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Los Andes en Trujillo. El jueves, el propio escritor protagonizó la primera actividad de ésta: un recital de su poesía.

Fue una tarde insólita, en la que una forzada oscuridad se prestó para alumbrar una voz sin apremio, al menos no el marcado por el tiempo. Antes de la lectura, que duró más de una hora e incluyó un magro y afilado cuaderno de brevísimos poemas aún inéditos, fuimos a encontrarlo en el hotel. El día anterior, durante el acto protocolar de apertura, le habíamos pedido a su anfitrión, el profesor Aníbal Rodíguez Silva, que nos procurara una entrevista con él lejos del ruido, del bello enjambre de estudiantes que se empeñaban, creo que para su deleite, en rodearlo como una estrella de rock.

Mientras lo esperaba en el lobby, repasé las pocas preguntas -que llevé mecanografiadas- con el siguiente preámbulo incluido: Coincido con usted en que la entrevista es un trabajo que debería realizarse sin urgencias y comprendo perfectamente su desconfianza (en sí mismo, ha dicho) en quien hace el vano esfuerzo de captar lo expresado por el otro (agrego). Por ello agradezco su disposición a conversar conmigo sobre algunos asuntos que me inquietan.

Luego de presentarme y saludarlo, ya sentados en una mesa de madera, amplia y redonda, ubicada frente a una montaña imponente y pródiga, leo ese párrafo de un tirón, sin verlo a él siquiera. Cuando alzo la vista consigo sus ojos detenidos en el papel y noto un gesto que interpreto de solicitud. Le entrego la cuartilla que lee muy lentamente.

Señala la primera pregunta y desliza: esta cuestión muy es importante, pero prefiero llevarme el cuestionario y responderle luego, por escrito. De seguidas me advierte que tiene otra entrevista a medio camino, requerida por una periodista de un diario de Caracas.

Entiendo perfectamente, le digo. He leído este libro (señalo el compendio de sus entrevistas publicado en el año 2000 por la editorial La Oruga Luminosa) y sé lo que opina del periodismo y de los estragos que puede causar un oficio sometido a los rigores de la inmediatez. Además, agrego, no siempre la persona tiene la disposición de responder. O no puede, añade él.

Me pide que le escriba mi dirección de correo en el folio que le he entregado. Lo hago y la deletrea. Se asegura de entenderla cabalmente y, sin doblarlo, guarda el papel en su maletín de cuero color ocre. Nos levantamos y caminamos de regreso hacia el vestíbulo, ya de salida. Había quedado con Aníbal en llevarlo del hotel al auditorio donde se realizaría el recital. Me pide que lo espere un momento, pues ha dejado olvidado un libro en su habitación. Ya de regreso, rumbo al estacionamiento, se detiene frente a un amplio espejo y se acomoda el cabello sobre la frente. Nuestras miradas se sorprenden allí.

¿Cuáles preguntas responderá? ¿Cuándo?

El no tiene prisa. Yo tampoco.

Fotografía: Alfredo Cedeño.
Publicado en el Diario de Los Andes

2 comentarios:

Arianny dijo...

Está muy bueno el preámbulo de la entrevista. ¿Cuál fue el resultado? ¿Qué preguntas se hicieron y qué respondió el maestro? o al menos dónde podría encontrarla.
Arianny Gárate
lic.agarate@gmail.com

Raisa Urribarri dijo...

Gracias por tu comentario e interés. Aún espero las respuestas del poeta. No hay prisa. Saludos.